Jango Fett

Entre los cientos de asesinos a sueldo que pululan en el mundo del crimen no hay ninguno que iguale al letal Jango Fett, el hombre de la armadura mandaloriana. Ser perseguido por este caza recompensas es igual a tener la muerte a las espaldas.

Desde joven, Fett ha estado en un ambiente de violencia y dura supervivencia, casi que desde que aprendió a caminar debió vérselas por si mismo. A una corta edad quedo huérfano después de que sus padres fueran asesinados por salvajes en su granja en el planeta Concord Dawn. El entonces pequeño Jango se salvo gracias a la intervención de Jaster Mereel, un oficial protector exiliado de su propio mundo por sus formas extremas de ejercer justicia. Bajo el ala de este radical justiciero, Jango inicio su carrera de mercenario, aprendiendo día a día las artes del negocio junto a Mereel y otros combatientes del margen de la Ley. Entre ellos se encuentran los Supercomandos mandalorianos, de los cuales Jango formo parte por un tiempo después de dejar a su primer tutor. De hecho, cuando los Jedi finalmente exterminaron a los mandalorianos, Fett fue uno de los pocos que todavía utilizaban la legendaria armadura de combate. Años de entrenamiento y acondicionamiento físico convirtieron a Jango Fett, en un temible oponente de gran fortaleza física para el combate mano a mano y una apuntaría todavía más mortífera.

Al quedar solo Jango, dejo atrás los últimos vestigios de su vida en la granja y sus desventuras junto a los mandalorianos, convirtiéndose en un frío y enigmático asesino a sueldo que escondía su rostro, sus cicatrices y exóticos tatuajes en los brazos bajo una armadura de combate. Más la coraza no era solamente un elemento de distracción, por cuanto Fett le agrego algunas sorpresas muy poco agradables para sus rivales, entre ellas cuchillas, un cable envolvente, un lanza-llamas, dardos tóxicos, adicionalmente agregó otras herramientas útiles para el negocio como un equipo de propulsión que le daba la ventaja de la velocidad y la altura sobre sus oponentes, así como la plataforma perfecta para lanzar un mortífero misil incluido en el mismo paquete. Eventualmente, su letal precisión con sus pistolas láser lo convirtió en el caza recompensas más afamado del Anillo Exterior, y también el más caro en el negocio.

Como profesional que era, Fett tomo todo tipo de trabajos sin cuestionar sus ordenes siempre y cuando los créditos fueron abundantes. En más de una ocasión trabajo para los Vigos o altos líderes del Black Sun, principal organización criminal de la galaxia, en otras estuvo detrás de la cabeza de alguno de ellos. Pero difícilmente, Jango realizó trabajos más extraños que el que le ofreciera un extraño agente que se hiciera llamar Tyranus en una de las lunas de Bogden: Servir como la base para una ejército de clones. Ante el jugoso ofrecimiento monetario que se le hizo, Fett acepto pero con una condición: que se le entregara un copia exacta de si mismo para que lo usará bajo su discreción.

De esta forma, el afamado cazador hizo una especie de retiro temporal al planeta Kamino, donde los técnicos kaminianos iniciaron la creación del Ejército de la República a partir de su material genético. Mientras él criaba su pequeño clon como si se trataba de un hijo, los kaminianos producían cientos de miles de soldados creados como maquinas de combate biológicas. Si bien, ocasionalmente Jango tomaba alguna misión que le llamara la atención por el dinero o el desafió, la mayor parte de su tiempo lo dedico a pasar sus destrezas al pequeño Boba Fett y a otro grupo selecto de clones, que posteriormente serian reconocidos como las tropas ARC (Advance Recognition Comamndos, Comandos de reconocimiento avanzado).

Cuando el virrey de la Federación de comercio, Nute Gunray, aparece con la petición de liquidar a la Senadora Padmé Amidala de Naboo, Jango accede al trabajo aunque con algunas reservas por tratarse de una misión en Coruscant –cuartel de los Jedi-, estas quedan solventadas ante la decadente suma de créditos que ofreció el neimoudiano. Supuestamente, Jango estaba convencido de usar ese dinero para asegurar su futuro y el de Boba en alguna luna privada del anillo exterior. Así pues, Fett sub-contrata a su colega Zam Wessel para que realice el trabajo. Sin embargo, Wessel falla en su primer intento de deshacerse de Amidala, por lo cual Jango se desplaza hacia Coruscant, donde le entrega unos letales kouhuns a Zam para que terminará el trabajo. Este nuevo intento se ve frustrado por la aparición de dos Jedi, que no solo eliminan a los kouhuns antes de que terminaban su trabajo sino que capturan a Wessel. Con el fin de evadir la captura, Fett elimina a Zam con un letal dardo sable de Kamino. Confiado en la exótica procedencia del arma asesina, Jango regresa a Kamino. ¡Cuál fuese su sorpresa cuando al cabo de unos días, el mismo Jedi –Obi-Wan Kenobi- que capturo a Zam Wessel logro rastrearlo hasta el lluvioso mundo! Inicialmente, el caza recompensa encara al Jedi haciéndose el que no sabia nada, y aunque el Jedi no quedo convencido ante el acto de Fett se retira. En ese mismo instante Jango intenta escapar con su hijo en busca de Darth Tyrannus, pero Kenobi logra encararlo justo cuando se disponía a partir. Sabiendo que el Jedi ya lo había reconocido, Fett lo enfrenta en combate y hasta sale bien parado de la escaramuza. Más en el último momento posible, Kenobi coloca un rastreador a la vieja nave espacial de Jango –el Slave I-, así que el Jedi lo sigue hasta el planeta Geonosis y la conspiración del Conde Dooku. Los eventos que siguieron llevaron a Boba y su padre a la gran arena de las ejecuciones, donde el espectáculo pronto se volvió una pesadilla para los asistentes en el momento que apareció la Fuerza de asalto Jedi al mando del maestro Mace Windu. A medida que los Jedi se enfrentaron contra las huestes mecánicas de los Separatistas, Jango Fett se quedo al lado de su amo, Darth Tyrannus, despachando a los Jedi que se acercaran. No obstante, sus destrezas con el arma láser no fueron suficientes para derrotar a Mace Windu, que con su lightsaber púrpura corto la cabeza del afamado caza recompensas, dejando huérfano a Boba Fett y a otros cientos de miles de clones.


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